Durante la ausencia de Popocatépetl, otro guerrero que también se encontraba enamorado de Iztaccíhuatl, le mintió a la princesa y le dijo que su amado había muerto en el combate. Después de varios días de dolor, Iztaccíhuatl murió abatida por la tristeza.
Cuando Popocatépetl regresó y se enteró de la terrible noticia, decidió hacer algo para honrar su amor y crear algo con lo que los pueblos futuros la conocieran y permaneciera en la memoria. Mandó a construir una gran tumba, reuniendo 10 cerros para posar a su amada princesa, el joven guerrero le dio un beso póstumo, tomó una antorcha humeante y se arrodilló frente al cuerpo inerte de Iztaccíhuatl para velar su sueño eterno. Con el tiempo la nieve cubrió sus cuerpos, convirtiéndolos en dos volcanes que estarán juntos hasta el final de los tiempos.
Se cuenta que el guerrero Popocatépetl aún vive y cuando se acuerda de su amada, su corazón que guarda el fuego del amor eterno, tiembla y su antorcha despide humo, es por eso que hasta el día de hoy el volcán Popocatépetl constantemente arroja fumarolas.
El callejón del beso
Esta leyenda es típica de la ciudad de Guanajuato y cuenta la trágica historia de dos enamorados, doña Carmen y don Luis. El padre de Carmen, un hombre violento y avaro, no estaba de acuerdo con este amor, encerró a su hija en su habitación, una de las típicas casas de la ciudad, que se caracterizan por encontrarse en alto y una muy cerca de la otra, divididas únicamente por un pequeño callejón; y le advirtió que se la llevaría a España para casarla con un hombre rico.
La dama de compañía de Carmen, doña Brígida, alertó a don Luis de lo sucedido. Don Luis, desesperado, encontró la forma de comprar la casa frente a la de Carmen. Un angosto callejón unía las ventanas de ambas casas; por ahí, los amantes se juntarían para idear un escape, pero el padre de Carmen los descubrió y clavó una daga en el pecho de su hija. Mientras la joven moría, Luis solo alcanzó a besar su mano desde la ventana. Cegado por el dolor, Luis se suicidó.
El callejón del beso aún existe en la hermosa ciudad de Guanajuato, está situado en el centro histórico, en las faldas del cerro del Gallo, una barriada que existe desde el siglo XVIII, sin duda uno de los más típicos de dicha ciudad. Es una costumbre que cuando dos enamorados pasan por el Callejón del Beso, deben besarse para que su amor perdure por siempre.
La llorona
En vida, la llorona, era una joven mestiza enamorada de un español que llegó desde el viejo continente durante la conquista, formaron un lazo que dio como fruto a dos pequeños, su familia no estaba de acuerdo con la decisión de hacer vida con su enamorado y le dio la espalda. Pasaron los años y el español se rehusaba a formalizar sus vidas en matrimonio, hasta que un día se enteró de que el joven se casaría en España con una dama de alta alcurnia, llena de ira y celos, la joven tomó a sus hijos y los ahogó en el río, al verse completamente sola y con el dolor de asesinar a sus propios hijos, no pudo con su cargo de conciencia y se quitó la vida.
A partir de entonces, se convirtió en un alma que va penando por las calles de México en busca de sus criaturas.
Ésta es la versión más conocida de La llorona y de la que se han publicado cientos de videos en internet, asegurando haberla captado, al menos en audio, durante su búsqueda.
Los nahuales
Los nahuales no son seres malditos ni provenientes del infierno, la cosmología mexicana dice que su relación con la naturaleza es tal que se les consideraba muy cercanos a las divinidades ya que muchas deidades son relacionadas de alguna manera con el reino animal.
Desde la época prehispánica, varios de los dioses que han formado parte de la cultura mexicana han tenido la facultad de cambiar de la forma humana a la de algún animal. Está facultad se trasladó después a brujos, brujas y chamanes, quienes adquieren las habilidades del animal en el que se transforman y lo utilizan en favor de la comunidad.
Esta es una de las leyendas mexicanas en las que se nota la influencia del folclore prehispánico fundamentado en muchas creencias animistas según las cuales objetos y animales no humanos tienen facultades intelectuales propias de nuestra especie.
Se dice que los nahuales aún viven entre nosotros , en especial en los pueblos pequeños y mucha gente asegura haberlos visto en plena metamorfosis.
La princesa Donají
Esta leyenda cuenta que Cosijopi, el último gobernador del Istmo de Tehuantepec, en la zona sur de México, tuvo una hija a la que llamó Donají. Durante una guerra entre los mixtecos y los zapotecos, Donají fue capturada como rehén y posteriormente decapitada. A pesar de que su cuerpo fue sepultado, nunca se dio a conocer el lugar donde yacía su cabeza.
Tiempo después, un pastor que pasaba por la sierra oaxaqueña arrancó una azucena (flor silvestre también llamada lirio). Al hacer esto, encontró bajo la tierra lo que parecía ser una cabeza humana, y al rescatarla, la llevó a reunirse junto con su cuerpo en el templo de Cuilapam. Fue entonces cuando el alma de la princesa Donají pudo finalmente descansar en paz.
Este es otro de los muchos ejemplos que muestran hasta qué punto la muerte tiene un rol relevante en las leyendas mexicanas, y casi siempre va de la mano de elementos narrativos relacionados con el drama.
Actualmente, la flor naciente de Donají se mantiene majestuosa en el escudo de Oaxaca, honrando a la princesa que murió por su pueblo.
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